Lacuarta.cl / NoticiasCristianas.net - “Yo era el líder de una pandilla juvenil y teníamos problemas con otra banda. Tenía 17 años y en plena Semana Santa nos enfrentamos. En medio de la riña me dijeron “ése es” y apuñalé a una persona. Me dieron 20 años de cárcel por homicidio calificado. Intenté fugarme, pelié con todo el mundo y hasta los gendarmes pedían en los hospitales que me hiceran cirugias sin anestesia para que aprendiera. En eso apareció el Señor y ahora predico la palabra en la cárcel. Soy otro”.
Con estas palabras y con la cara llena de lágrimas, Guillermo Cáceres López (57) resume su experiencia con la Iglesia Evangélica y su encomiable reinserción a la sociedad. Don “Guille” ahora trabaja vendiendo ropa en Avenida La Paz y predicando la palabra dentro de la Penitenciaria en Santiago de Chile.
Su caso no es único. Ayer el pastor gobernante de la Catedral Evangélica de Santiago, Eduardo Durán (75), junto a otros pastores y ministros celebraron la reinserción en la sociedad de cerca de 10 ‘almas perdidas’ que solían saquear la capital.
Durán dice haber ayudado a la converción y rehabilitado a más de 5 mil internos y asegura que hasta los más dificiles, como “El Rucio Bonito”, “Cupertino Andaur” y el “Chacal de Nahueltoro” encontraron el camino con el Evangelio.
“Era muy brígido mi pecado, pero el Señor me lo perdonó. Salía a ganarme la vida robando y haciendo daño. Llegué a matar por defender a un primo, pero eso ya pasó. Costó encontrar trabajo, pero Dios me ayudó”, dice eufórico Pablo César Benavente (33), quien en 2003 fue condenado por homicidio simple. Hoy lleva 6 meses en libertad y se desempeña como eléctrico en un edificio de Plaza Egaña.
Otro caso es el de Juan Carlos López Rapimán (35), alias “El Cojo malo”, condenado por robo con intimidación, pero con permiso para salir a trabajar durante el día como comerciante.
“Había escuchado del Evangelio, pero nunca creí. Era bueno para la droga y el alcohol, pero gracias a Dios salí de todo y recuperé a mi familia”, señaló entre sollozos.
Uno de los más estusiastas era José Benavente (45), alias “Chico José”, “fui condenado a 13 años por robo con fuerza y pensaba que estaba todo perdido, pero un día Dios se me apareció en la celda. Y cambié”.
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