Conmovido, convencido y apenado he observado fijamente tu rostro y, necesariamente, he tenido que llorar. Con lágrimas en los ojos ahora comprendo tu dolor en ese largo trayecto con un madero a cuesta, recibiendo por mi culpa: golpes, insultos, latigazos y humillación hasta morir en una cruz.
Con lágrimas del alma que brotan por mis ojos te pido Señor que me perdones.
Enséñame Señor a perdonar como tú perdonas.
Necesito ser fuerte como tú para poder llevar mi cruz hasta el final, o como aquel cirineo ayúdame Señor por tu infinita misericordia.
Oh, mi Señor, con lágrimas en los ojos jóvenes arrepentidos claman tu venida, obreros de tu iglesia esperan tu regreso, confiados de que sentados a tus pies tendremos vida eterna.
lunes, 5 de marzo de 2007
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